Matrimonio Forzado

Los matrimonios masái son a menudo uniones entre niñas y hombres mucho mayores que ellas. Las familias masái hacen estos arreglos para sus hijas no porque no las amen y quieran protegerlas; todo lo contrario. Debido a la forma en que está estructurada su sociedad, la única forma de ofrecer seguridad económica a sus hijas es a través del matrimonio. Y cuanto más rico es el novio, más segura está su hija. Pero debido a la naturaleza transaccional del matrimonio masái, el novio debe poder pagar a su novia con cabezas de ganado. A los hombres les lleva tiempo acumular suficiente riqueza para poder contraer matrimonio. Son entonces hombres mucho mayores los que pueden pagar por niñas mucho más jóvenes.

Son las niñas y las mujeres, sin embargo, las que terminan pagando el precio. No tienen voz ni agencia en el camino de sus vidas. Muchas niñas no tienen la oportunidad de vivir su infancia. Se les despoja de su adolescencia y son empujadas a tener relaciones sexuales con sus esposos mucho mayores. Se ven obligadas a tener hijos y convertirse en madres cuando ellas mismas son todavía niñas. Y para las pocas que se atreven a defenderse a sí mismas, a pesar de estas extraordinarias limitaciones, no existe la opción del divorcio.

Una vez casada, es casi imposible que una mujer deje a su esposo. Esto se debe a tres razones. La primera es que la familia de la novia tendría que estar dispuesta y ser capaz de devolver lo que pagó el esposo de su hija por casarse con ella. La segunda es que, debido a que el matrimonio no es un acuerdo entre dos personas, sino entre dos familias, disolverlo no depende de decisiones individuales. La tercera es que la sociedad masái es patrilineal, lo que significa que los hijos de un matrimonio son concebidos como propiedad del padre, de modo que la madre no puede quedarse con ellos. Si la madre deja a su esposo, debe dejar también a sus hijos. En muchos sentidos, una vez casada, el destino de una niña masái está sellado.